Avanzas por un pasillo enorme, de impoluta moqueta gris. A tu derecha, en lugar de pared, hay un cristal tintado de negro. Mientras avanzas, oyes como golpean con el puño desde el otro lado del cristal, reclamando tu atención. Te giras y adivinas, en la sombra que golpea, un uniforme de policía, tal vez; de agente de seguridad, probablemente. Adivinas como extiende el brazo izquierdo, con la palma abierta, como invitándote a pasar. Vuelves sobre tus pasos, entre alertado y curioso, en busca del punto de entrada al otro lado del cristal. Allí te espera el hombre uniformado y te repite el gesto, esta vez con la mano derecha, para invitarte a pasar mientras te dice:
- Por aquí caballero, enseguida le explico.
Siguiendo sus indicaciones, atraviesas un pasillo más estrecho que desemboca en uno idéntico al anterior, desde cuyo lado derecho, a través de un cristal tintado de negro, alguien reclama tu atención. Parece un policía; es un agente de seguridad, probablemente. Reculas sobre tus pasos hasta la entrada que conduce al otro lado del cristal. El agente te invita con su gesto mientras te dice:
- Por aquí caballero, enseguida le explico.
AD INFINITUM. Has entrado en un bucle. Si acaso, ya me cuentas cuando salgas.
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