domingo, 28 de octubre de 2007

NAKED CITY



NAKED CITY
"You will be shot"

La ciudad está completamente desnuda. No lo parece. Parece vestida con sus luces de neón, sus gentes extravagantes, sus comercios colapsados, sus ejecutivos en tránsito, sus vagabundos siempre borrachos o extasiados o catatónicos o todas las cosas a la vez. Parece vestida con los duendes que propician los encuentros afortunados entre personas que se aman o amarán, parece vestida por los odios de las vidas equivocadas que la cruzan. Parece vestida por los puestos ambulantes y por seres deambulantes. Parece vestida de flores y colores, de animales y animaladas pero…

La ciudad está completamente desnuda. No lo parece. Parece vestida y maquillada del rímel de las putas que la transitan. Parece vestida por el ruido de los coches que la embisten. Perfumada por los alientos de los “currantes” que salen de bares que huelen a aliento de “currante”. Parece vestida por los misterios ocultos que se trazan en las conversaciones por teléfono que mantienen los poseedores de ojos que denotan el poder. Engalanada por las mujeres bellas que pueblan sus calles apuntando sus pechos al sol en pleno delirio de primavera. Parece vestida de frutas y verduras, de cifras y letras pero…

La ciudad está completamente desnuda. No lo parece. Parece vestida de ladrones esquivos y descarados, de policías de uniforme y policías camuflados. Parece vestida de cruces y esquinas, de buenos amigos, de gente corriente. Parece vestida de vagos y maleantes, de magos, de diletantes. Parece vestida por el asombro de los turistas, por las sorpresas de los despistados, por las sonrisas de los enamorados, por el llanto de los exiliados. Parece que aquella niña con los ojos cargados de futuro, el vestido rosa y la muñeca en la mano, la vista con su gesto edulcorado pero…

La ciudad está completamente desnuda. No lo parece. Parece vestida de historias escritas por escritores malos y pequeños homenajes de buenos escritores que por ella pasaron. Parece vestida de personajes circenses, de perros que se parecen a sus dueños, de gatos ariscos y gatos perdidos. Parece vestida de residuos que conviven con caramelos y de ciertas maniobras del azar. Parece vestida de terrazas donde se encuentran vidas que no se atañen, meros espectadores del teatro encantado del vivir en la ciudad que parece vestida de espectáculos y circos, de monos y alcantarillas pero…

La ciudad está completamente desnuda. No lo parece. Parece vestida de salas de baile y teatro, de varietés, de individuos suicidas, de los espasmos incontrolables de animales en celo, de perdedores y desconsolados. Parece engalanada por luces de Navidad o rosas o libros o la presencia discreta de alguna deidad. Parece vestida con fábricas irreales o templos del placer, con calles que son como ríos, que van a dar a la mar que es el morir y es el nacer del viaje de las gentes que la abandonan, que la olvidan y la visten también con el poso de sus recuerdos, a veces dulces, otros amargos que habitan la savia de los árboles suicidas que la pueblan y la visten pero…

La ciudad está completamente desnuda. No lo parece. Parece vestida con el oro de los pocos silencios que la consuelan, con el plomo de los sonidos que la desquician, con el sable del guerrero que apunta a la mar. Parece vestida con falos de ensueño que la hacen creer más hermosa, más merecedora de los deseos. Parece vestida con el desvelo de almas en pena que vagan por su suelo en noches de estío y hastío que pueblan su espectro. Parece vestida con el consuelo que le proporcionan nuevos vestidos que diseñan gentes con mucho tiempo para pensar. Parece perfumada con azahar o con el aroma de una cocina selecta pero…

La ciudad está completamente desnuda. No lo parece. Parece vestida con el trasiego que habita en sus entrañas, con las patrañas que cuentan los locos del juego, con edificios a medio terminar. Parece vestida con extranjeros ilustres que se ocultan en áticos con sol privado. Parece vestida de los instantes congelados que le proporcionan fotografías casuales, repetidas mil veces o también únicas que visten los álbumes y cajas de gente de allá. Parece vestida de negras previsiones que hacen los bufones del porvenir, de futuros brillantes que dibujan los bufones del poder pero…

La ciudad está completamente desnuda.

Moriremos una noche de agosto en sus calles asfixiadas, de un disparo seco y agrio, suplicando utensilios primitivos y vociferando como locos. Perturbando las leyes del azar con el monolito definitivo. Devolviendo a nuestras almas la esperanza del amanecer escogido, en el rincón más remoto de una isla ignota, donde dibujaremos con la sangre y el fuego del holocausto urbano nuevos designios de felicidad.

domingo, 21 de octubre de 2007

LOST HIGHWAY

- ¿ Qué es eso ?- pregunta él , apoyando el peso de su decadencia en la pared inmaculada.


Siete segundos de silencio le responden.
Toda una eternidad, aún balbuceante.
Despectiva.
Brutal.
Siete segundos de silencio que esconden la futura ruina compartida por los dos.

-Una cinta de video- responde ella y observa el sobre de donde extrae la cinta como si en él se hallara un tesoro perdido que ya jamás alcanzarán.

Más allá de la pared inmaculada, alguien observa.
Y ellos siguen hablando, ya sin comunicarse.
En algún lugar, entre cuatro paredes perfectas,
perdieron la capacidad para amarse
y sus bellezas –sólo marchitas para ellos mismos-
aguardan nuevas luces que alimenten la escarcha
-fría y aún deseable-
de sus cuerpos en descomunión.

miércoles, 3 de octubre de 2007

ALTER EGO [3]

foto by die-6
Hacía muchos años que no pasaba por aquella zona. Aquel barrio, debeis saberlo, tenía una magia especial para mi. Tal vez, por eso, sucedió allí. De hecho, ahora lo escribo con la sensación de que igual no sucedió o de que fue como un paréntesis fuera de lugar en la frase de mi vida.
Apenas clareaba y nos dirigíamos con un amigo, en su moto, a las afueras de la ciudad y recorríamos aquellas calles que, en otros tiempos, me fueron tan familiares. En cada esquina, un recuerdo.
La luz velada del amanecer acompañaba a la melancolía y la velocidad en la moto alentaba la nostalgia del tiempo que pasó. Tan deprisa. En cada esquina, un recuerdo.
En estas ensoñaciones andaba mi alma, cuando al enfilar la avenida principal que corre paralela a las vías del tren, ví pasar a un individuo que me resultó familiar.
Emití un grito seco y un aspaviento para indicarle a mi amigo que frenara y bajándome atropelladamente de la moto, le pedí que me esperara; aquel individuo no era otro que yo mismo ¡ mucho más joven!
Sin apenas tiempo para pensar en los motivos de aquella extraña situación, me puse a correr hacia él, sobre el asfalto aún rojizo por los primeros rayos de sol, gritándole por mi propio nombre:
-Tomás!
Con aire taciturno, el giró la cabeza y me miró. Su expresión fue mutando y hasta pareció reconocerme por un momento pero cuando llegué a su lado, apenas sin aliento me preguntó con aire insolente:
- ¿ Quién eres ?
Recordé entonces que todavía llevaba el casco puesto, me lo quité y le desafié con la mirada como diciendo: “ ¿ quién crees que soy ? “
Se frotó los ojos entre adormecido e incrédulo e interrogó mi, nuestro, nombre:
- ¿ Tomás ?
- Si, Tomás, el mismo. Tu trasunto en el siglo XXI. No me digas cómo pero parece que se ha abierto una puerta en el tiempo y nos hemos encontrado. ¿ Cómo lo llevas ?
- Abbrr...bueno...ostias...joder...de verdad ? Bien, bueno...lo llevo...ostias! Veo que sigues igual de flaco, joder, bueno seguimos, bueno, no sé... ostias...
Lo observé con cariño mientras él agitaba la cabeza de lado a lado buscando respuestas en los edificios, en los coches, en las pocas personas que pasaban, en el sol que ya empezaba a despuntar. En cada esquina, una vivencia.
Sin cruzar ninguna palabra más, nos pusimos a andar en la misma dirección, el mismo gesto al andar, un poco más desgarbado el suyo. Anduvimos un rato así en silencio. En cada esquina una vivencia para él. En cada esquina un recuerdo para mí.
- Cómo sé que tú...mmm...eres...yo? –dijo tras un buen rato.
- Pregunta, hombre.
- Qué hago aquí a estas horas? De dónde crees que vengo?
- No tengo ninguna duda de que debes venir de casa de Sandra, me equivoco? Probablemente habréis estado despiertos toda la noche, hablando, riendo, follando, posiblemente en la terraza, tumbados en un colchón raído. Su familia durmiendo o trabajando. La tuya, la nuestra no te espera. Debía llegar alguno de sus hermanos a primera hora de la mañana y te has marchado, voy bien?
- Si, si... sólo tú puedes saber eso y...hostias...la verdad es que no sé que decirte, no sé si quiero saber cosas sobre ti, sobre mi, sobre lo que nos ocurrirá o no...
Tomás de entonces no lleva ya las gafas, (creía recordar que si), viste una horrible camisa estampada de color morado y unos pantalones de pinzas, deportivas de marca muy de la época, el pelo desordenado hacia atrás, la cara llena de acné. Está cansado de trasnochar pero en sus ojos brillan las antorchas de futuros soñados. Yo tampoco sé si decirle nada. Probablemente no lo merezca. Merece encontrarse con el conjunto de infortunios y alegrías que le esperan por si solo. Casi mejor que pregunte yo:
- Qué lees?
- Acabo de terminar “Trópico de Cáncer” de Miller, me ha encantado
- No me extraña, es grande. Has escrito algo últimamente?
- Dímelo tu, quiero saber que recuerdas...
Dudo por un momento, tengo miedo de avanzarme, se me mezclan las épocas. No quiero adelantarle nada, nada grave al menos. Seguimos paseando. En cada esquina una vivencia, un recuerdo.
- Mmm...déjame pensar, probablemente “Santuario”, un poema en tres partes inspirado en Aute, si?
- Sí, si, lo tengo en borrador. Que tal tú? Has...he seguido escribiendo?
- Si, aunque últimamente no ando muy inspirado, algunos textos se convirtieron en canciones...
Ay, ay, ay. Se me va la lengua.
- ¿ En canciones ? ¿ De qué ? ¿ Vives de ello ?
Le digo que lo dejemos estar. Él apenas se inmuta, no creo que en el fondo quiera saber. Le pregunto por los estudios, me dice que los lleva mal, que piensa en dejarlos, que Sandra le roba mucho tiempo, que necesita dinero para los caprichos de ella, para las cervezas, para salir con los amigos. No sabe qué hacer. No parece muy entusiasmado con Sandra, probablemente esté a punto de suceder.
Me muerdo la lengua de nuevo para no recomendarle que siga estudiando o se arrepentirá, que se olvide de Sandra, que habrá otras mujeres menos dañinas en su vida. Y, sobre todas, una, la más importante. Mejor no digo nada. Me da miedo desaparecer como por encanto. No tengo ni idea de qué puerta hemos abierto para encontrarnos. Si cambio su destino, igual desaparezco. Si cambio su destino, igual muero, igual ni siquiera puedo contaros esto.
Si me permito chivarle que lea a Cioran, al fin y al cabo, los libros están en casa y no tardará mucho en cogerlos, le aconsejo que haga deporte, que deje de fumar, no está de más. Me muero de ganas de advertirle sobre Sandra, avisarle del momento exacto en que va a ocurrir, para que pueda preverlo. Pero no debo, las mujeres son enigmas merecidos que nos toca descifrar. No le voy a privar de esa experiencia. Tampoco lo hice tan mal. Y pude salvarla.
A lo lejos diviso a mi amigo en la moto, esperándome, como una señal inequívoca de que aquella puerta va a cerrarse, de que debo regresar. Le agarro por el hombro:
- Debo marcharme. Cuídate mucho
- Sí, tu también. Procuraré comer más a ver si engordo un poco, ja, ja. Por cierto, me acordaré de que nos vimos?
- Pues creo que no. Yo no recordaba nada. No sé a partir de hoy. De todos modos, hay puertas que al cerrarse no dejan resquicio.
- Que bien hablas, hostias! Me gusta!
Nos abrazamos como hermanos, inmersos en la luz.
Apestas a sudor y sexo, cabrón – le espeto – Métete en la ducha y a dormirla.
- Si, claro, claro, que te jodan!
Le veo desaparecer en la boca del metro, como tragado por el espíritu del tiempo. Tras su estela, se dibujan futuros que sólo yo conozco. En su rumbo está mi sino. Mejor que sea así. Para bien y para mal. Sólo hay una cosa que me hubiera gustado alterar pero tampoco hubiera sabido cómo.
El asfalto se derrite bajo el sol y escupe una bruma borrosa que me adormece. Abandonamos el barrio que me vio crecer. En cada esquina, un recuerdo. La carretera tiene líneas: a ratos son continuas y a ratos discontinuas.